I
martes, abril 10, 2012
Viaje a Bizancio
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viernes, marzo 16, 2012
El bello y desdeñoso Alexis
ha dejado los bucólicos
paisajes sicilianos de su infancia
y ahora frecuenta
una sauna en pleno Harlem
lleno de negros y cocodrilos ciegos.
Estaba harto de su enamorado
que le ofrecía rústicos presentes:
queso de oveja, miel, guirnaldas
entretejidas de violetas y perfumado de eneldo.
Muy poco le importaban
los cantos y suspiros lastimeros
del pastor Colidón.
Cuando fuiste novio mío
por la primavera larga.
¿Será cierto que en New York
Lorca vio a Whitman desnudo,
rodeado de muchachos,
en un tranvía tirado por leopardos?
Juan José Hernández. Reales Sitios.
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jueves, julio 14, 2011
emily
Después de un gran dolor, uno se hace formal
Los Nervios se apoltronan, como Tumbas -
El Corazón ya tieso se pregunta
Si fue Él quien lo pudo soportar,
Si fue Ayer o hace Siglos.
Los Pies, igual a autómatas, recorren -
En el Suelo, en el Aire, en el Vacío -
Un sendero de Bosque
Que ha nacido al descuido,
Resignación de Cuarzo, como piedra -
Es la Hora del Plomo
-Si se la sobrevive, es recordada
Como quien soportó Nieves glaciales
-Frío -al principio- luego Aturdimiento
-Después dejarse ir -
Emily Dickinson
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viernes, junio 17, 2011
los que se van
Entendí qué pasa con los que se mueren y con los que se van; vuelven en sueños y dicen: "Estoy, pero no estoy; estoy, pero me voy" y yo les digo: "Quedate otro ratito" y no dan ninguna explicación. Si se quedan lo hacen como ajenos, en otra cosa, y me miran como visitas lejanas. En esa región del olvido adonde han ido tienen otras profesiones y han adquirido otro modo de ser y todo lo que hemos peleado, hablado, comido y reído, pasa al olvido y no quiero yo conocer personas nuevas ni ver a mis amigos; en cuanto empiezo a hablar con alguien, ya lo mando yo misma a la región del olvido, antes de que le llegue el turno de irse o de morirse.
Hebe Uhart en Guiando la hiedra.
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domingo, mayo 08, 2011
Poema del inocente
Bien voluntarioso es el sol
en los arenales de Chicama.
Anuda, pues, las cuatro puntas del pañuelo sobre tu cabeza
y anda tras la lagartija inútil
entre esos árboles ya muertos por la sollama.
De delicadezas, la del sol la más cruel
que consume árboles y lagartijas respetando su cáscara.
Fija en tu memoria esa enseñanza del paisaje,
y esta otra:
de cuando acercaste al árbol reseco un fosforito trivial
y ardió demasiado súbito y desmedido
como si fuera de pólvora.
No te culpes, quién iba a calcular tamaño estropicio!
Y acepta: el fuego ya estaba allí,
tenso y contenido bajo la corteza,
esperando tu gesto trivial, tu mataperrada.
Recuerda, pues, ese repentino estrago (su intraducible belleza)
sin arrepentimientos
porque fuiste tú, pero tampoco.
Así
en todo.
José Watanabe
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miércoles, abril 06, 2011
1
otra vez me tildo pensando en nieve
mientras el ventilador que tumba el calor
hace lo suyo
cuelgo pensando en el polo norte
relajo pensando en una zona alejada de la ciudad
cubierta por nieve y la vegetación del caso: pinos y algo de verde
para que mastiquen los animales
y por ahí voy con las all star rojas
las mismas con las que estuve dando vueltas todo el día
voy, no en linea recta, tampoco explorando
más bien me guardo el tiempo
mientras doy pasos en la nieve mullida
con las suelas número 42, de goma
me adentro más y más en el paisaje
para estar más lejos
de la fuerza constructiva y destructiva de la civilización.
esto es puro, hermano, este lugar es puro
en un claro encuentro un grupo de alces
sin otra forma posible de comunicación levanto la mano
pero existe una diferencia entre la voluntad de ser parte de la fauna local
y la vinculación real con la fauna local
los alces no registran el hecho de que me siento uno con la naturaleza
y está bien que así sea, que exista esta separación
de uno que mira y los animales que hacen
los alces pastan
hunden el hocico en la nieve para buscar raíces masticables
sin reparar en el hecho de que los miro
es que antes
otros ya tuvieron la fantasía de recorrer
los territorios nevados
Jonás Gómez, El dios de los esquimales. Ediciones Diatriba (Santo Tomé)
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jueves, marzo 10, 2011
Cuando era pequeña, mi madre me llevaba de paseo por el parque Humboldt, junto a la orilla del río Prairie. Tengo recuerdos borrosos, semejantes a huellas dactilares en platos de cristal, de un cobertizo para barcos, una glorieta circular, un puente de piedra con arcos. El río desembocaba en una vasta laguna y en su superficie presencié un milagro singular. Un largo cuello curvo se alzó de un vestido de plumas blancas.
“Cisne”, dijo mi madre, percibiendo mi emoción. El ave golpeteó el agua resplandesciente con sus grandes alas y alzó el vuelo.
La palabra en sí apenas dio fe de su grandeza ni transmitió la emoción que me produjo. Su imagen me generó un deseo para el que no tenía palabras, un deseo de hablar del cisne, de decir algo acerca de su blancura, la naturaleza explosiva de su movimiento y la lentitud con la que había batido las alas.
El cisne se fundió con el cielo. Me esforcé por hallar palabras que expresaran mi noción de él. “Cisne”, repetí, no enteramente satisfecha, y sentí un cosquilleo, un anhelo curioso, imperceptible para los transeúntes, mi madre, los árboles o las nubes”.
Patti Smith en Éramos unos niños (2010).
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viernes, febrero 25, 2011
lunes, octubre 04, 2010
hoy
LO DE SIEMPRE
POSFACIO CON DEUDAS
No sé cómo empezar esto pero empiezo nomás. Hoy estaba almorzando en una pizzería y oí una conversación telefónica del cajero que estaba detrás del mostrador. “Escúcheme don Juan –decía el cajero-, la verdad es que cuando hablo con usted salen cositas…”. Se hablaba de comprar muy barato un hotel alojamiento por parte del cajero y de su invisible interlocutor. Hotel alojamiento aparte, lo importante era el cajero hablado.
No existen los poetas, existen los hablados por la poesía.
Cuando uno llama por teléfono al médico que se fue a Mar del Plata, una cinta magnética responde: “Esto es una grabación.”
Pues bien, así como eso es una grabación, lo que estoy escribiendo no es una justificación, es un agradecimiento, un hablar de deudas.
En realidad no es obligatorio leer lo que estoy escribiendo. Nadie espere una explicación de este libro. Simplemente quiero agradecer y de paso…Pero por’ai, y ese es el riesgo, lo que está adelante puede ser interpretado como el prólogo de esto, es decir que este es el fondo de la cosa, el fondo de la casa de mi infancia en Paraná entre durazneros, mandarinos, yuyos, ortigas y gatos vagos, negros, barcinos y atigrados.
Mi agradecimiento es para la gente que habla, para la gente que se mueve, mira, ríe, gesticula…para la gente que constantemente me está enviando esos mensajes fuera de contexto, esos mensajes que escapan de la convención de la vida lineal y alienada.
Las conversaciones de borrachos son a veces obras maestras del sinsentido, del puro juego de los significantes. Mi agradecimiento también.
La música es un lenguaje de puros significantes, es el gran arte. Y yo me muero de envidia, porque en realidad soy un músico fracasado. Pero la música, en especial el jazz moderno en permanente evolución, ha sido y es lo único que me ha enseñado la verdadera estética operativa.
Macedonio Fernández me ayudó a redescubrir ese mundo que yo quería olvidar tal vez para poder trepar mejor…Un buen día me encontré en Buenos Aires con que quería irme a Europa…Evidentemente estaba a un pelo de ser porteño. Pero no me fui a Europa, ni creo que me vaya nunca. No señor, ni beca ni vaca, me quedo aquí.
Macedonio Fernández me hizo comprender que las reuniones de argentinos, incluso en Buenos Aires, son largas ruedas de mate, donde uno charla, se ríe y se pone triste…Que esas reuniones son verdaderas fiestas de lenguaje.
Yo me he reído con estos (¿mis?) poemas, y por momentos dejé de reír. Pero eso es cosa mía. No sé si pasa algo. Gracias, Macedonio, de todos modos, por atajarme y explicar, es decir por hablar de lo que se es hablado.
Todo lo que digo puede parecer muy racionalista, pero en realidad soy entrerriano primero, después tucumano y salteño. Mis amigos de aquí me acusan de franchute. Realmente no sé qué decir.
La verdad, y eso no lo discute nadie, es que nací en la década del veinte mitad más o menos, es decir que estoy más lejos del nacimiento que de su antípoda.
No tengo nada que ver con el populismo ni con la filosofía derrotista del tango. Soy entrerriano, medio tucumano y salteño, en Buenos Aires. Una especie de “entrerriano, etc., etc., hasta la muerte” que vive en Buenos Aires, así como hay “argentinos hasta la muerte” que viven en París. En fin, ¡no hay belga que valga!
Hablar de la humanidad en abstracto me parece el colmo de la pedantería, paternalismo y solemnidad (las cosas que odio más). El hombre es para mí mis amigas y amigos, presentes, pasados y futuros, y también mis enemigos. No soy místico, no quiero salvar a nadie, sólo quiero.
Soy ateo, como Dorotea y Timoteo. Prefiero el Libro de los Muertos, egipcio, y el Gilgamesh, asirio, llenos de palabras que evocan hombres como mis amigas y amigos, y no el libro de cabecera de los poetas y los capitalistas norteamericanos.
No creo en la poesía cantada ni recitada. (No creo en el café concert para desculpabilizar empresarios izquierdistas.)
La poesía debe leerse. La única poesía que no se lee es la de los actos y las palabras que no se proponen ser poéticas.
En fin, el lenguaje es para mí la única realidad. Esto no es ninguna novedad, es una simple afirmación. Si la realidad está en alguna parte, está en el lenguaje.
La primera tarea del hablado por la poesía ha sido nombrar las cosas, las cosas que no son las cosas sin las palabras. Pienso que el realmente hablado por la poesía es el que sigue y seguirá nombrando las cosas, es decir cambiándolas, transformándolas continuamente. La poesía es renovación, subversión permanente.
Insisto en que no hay poetas, hay simples vectores de poesía.
En un verano de cuarenta y cuatro grados en un pueblo de Santiago del Estero me acordé de los que se dicen poetas cuando vi en una canilla reseca unas moscas que hubieran dado todo por una gota de agua. Así es, los llamados poetas se disputan las canillas, pero el agua no les pertenece…ni la tierra, ni el aire, ni nada. ¡Hay que conformarse nada menos que con las palabras!
No creo en los géneros literarios. Cada persona tiene su propio discurso permanente, un río perenne y subterráneo que constantemente amenaza desbordarse. La mayoría de la gente le pone diques, pero así y todo a veces su rumor se escucha. La prosa es poesía o nada. Entre la escritura que llena toda la página y la que no la llena hay sólo una diferencia de escandido, de tempo, de períodos. Es un poco, pero muy a grandes rasgos, la diferencia entre la música sinfónica y la de cámara.
En suma, las fuentes de la poesía están en la infracción constante de la convención que nos vendieron como realidad. En todo lo gratuito, en el amor, en el lenguaje de los chicos, en las conversaciones sin límite de tiempo (...¡tómese otro mate!), en las situaciones límite en que los discursos de los otros movilizan enérgicamente el discurso de uno y viceversa.
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viernes, octubre 01, 2010
lunes, septiembre 27, 2010
Cool light
Un farol redondo de luz fría
se ilumina a sí mismo;
no alumbra nada fuera de su esfera.
Ha quedado vacía
la noche alrededor.
Beatriz Vignoli, en Bengala (ed. Bajo la luna)
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domingo, agosto 22, 2010
jueves, agosto 05, 2010
poema encontrado
De todas las luces que bebe el manso río,
una sola habré de recordar.
(En las colinas
se esparce una ciudad de diminutos prismas)
Pronto estaré lejos, aunque aún lo ignore,
y el hombre que duerme a mi costado
también ha de pasar
como las aguas verdes
de luz
bajo los puentes.
(de: Hijas del mar)
Celia Fontán
(De: Las 40 - Poetas Santafesinas 1922-1981,
Concepción Bertone, compiladora,
Ecic. UNL, 2008)
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domingo, julio 11, 2010
martes, julio 06, 2010
Preludio
Después, después el viento entre dos cimas,
y el hermano alacrán que se encabrita,
y las mareas rojas sobre el día.
Voraz volcán: aureola sin imperio.
El buitre morirá: laxo castigo.
Después, después el himno entre dos víboras.
Después la noche que no conocemos
y extendido en lo nunca un solo cuerpo
callado como luz. Después el viento.
David Rosenbaum-Taub, Cortejo y Epinicio
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viernes, junio 04, 2010
martes, junio 01, 2010
lunes, mayo 31, 2010
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jueves, mayo 20, 2010
miércoles, mayo 19, 2010
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lunes, mayo 17, 2010
resentidas por exceso de humedad
las flores del cedrón no están tan blancas
otoño
el corazón no cuenta demasiado
inestable
desnudo
volando en círculos
dentro de una nube
la mente se detiene
picaflor suspendido
estrella que se incendia
clavada entre mariposas raras
Jorge Naparstek, Shampú en los ojos. Ed Del Dock, 2010.
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miércoles, mayo 12, 2010
pampa
El hombre de la llanura está siempre en el interior de una semiesfera, en el centro exacto de la base, bajo la bóveda celeste que es como una pantalla en la que va apareciendo un espectáculo cambiante, abstracto, la luna, el sol, las estrellas y las nubes hasta que un capricho vagamente figurativo los borronea, como la forma de una nube, un pájaro, o una bandada de pájaros, cuya formación en ángulo se obstina sin embargo en perpetuar la abstracción.
Juan José Saer en El río sin orillas.
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viernes, mayo 07, 2010
martes, mayo 04, 2010
sábado, abril 24, 2010
Vuelta de paseo
Asesinado por el cielo,
entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré caer mis cabellos.
Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo.
Con los animalitos de cabeza rota
y el agua harapienta de los pies secos.
Con todo lo que tiene cansancio sordomudo
y mariposa ahogada en el tintero.
Tropezando con mi rostro distinto de cada día.
¡Asesinado por el cielo!
Federico García Lorca, Poeta en Nueva York
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viernes, abril 16, 2010
jueves, abril 15, 2010
miércoles, abril 07, 2010
domingo, abril 04, 2010
martes, marzo 30, 2010
Sobre el Paraná
"No se puede decir que el río cambie de una manera en invierno y de otra manera en verano. Cambia. Eso es todo. Las islas, por el contrario, parecen distintas con cada estación que llega. No sólo por la intensidad del verde, en el verano, sino por algo mucho más sutil. En el invierno, desde el río abierto, se pierden en una lejanía brumosa. De pronto están, de pronto no están. Uno duda del río y piensa que es imposible llegar alguna vez, a pesar de toda esa tenue ansiedad que lo aísla y lo mece y lo acongoja en parte. Más bien son un borde ilusorio, una sombra que oscila con el horizonte, hacia el oeste. Si por fin logra acercarse, entonces parecen todavía más remotas, habitadas por el silencio y la soledad y por una tristeza irreparable. En el invierno la luz se refugia en lo alto. Amanece y oscurece en lo más encumbrado del cielo, muy lejos de la superficie. En verano sucede lo contrario. La luz comienza a brotar desde las mismas islas, y, empujando por allí, desborda hacia el resto del día. En la mitad de la mañana, las islas parecen alegres barcazas mecidas por el agua. Si uno navega hacia las islas, navega hacia la claridad. Y hacia ese extraño bullicio que ha ido cobrando intensidad a medida que madura el estío. Todo esto sucede en forma imperceptible. Esto de la madurez. Uno mismo es invierno, uno mismo es verano. Pero, de cualquier forma, está bastante claro que todo proviene del norte. La ansiedad y el bullicio y la propia luz. Toda esa exaltación y ese frenesí del verano. Entre la media mañana y la media tarde, las islas brillan con una luz intensa y pareja, adormecidas al sol. Parecen un poco chatas. Un trazo de luz, un trazo de sombra. Nada de medios tonos. El aire sofoca. La arena en las playas cruje levemente. Hay un silencio espeso e hirviente. La atmósfera es arriba diáfana, pero a ras de suelo vibra y ondula de manera extraña. Luego el silencio se transforma en un zumbido interminable. Pero esto es una parte del verano. En el amanecer y en el anochecer, el día da lo mejor de sí. Y después queda la noche. La brisa del amanecer es fresca y el pescador se estremece levemente. Llega desde el río y sobresalta a las islas. Entonces comienza ese bullicio y ese cosquilleo en la sangre y esa ansiedad que empuja al hombre hacia el horizonte. Un ángel, o algo por el estilo, acaba de pasar rozando el agua y los cabellos adormilados del hombre dormido dentro del bote. Es demasiado veloz para los ojos del hombre y vino hendiendo la media luz del amanecer, que hace confusas todas las cosas. Apenas se siente el roce pero es suficiente para turbarlo a uno. Ahora debe estar allá, hacia el norte, detrás de las primeras islas. Lo convoca a uno y lo apremia. Es necesario partir." Haroldo Conti, Sudeste.
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