I
Ese no es país para viejos. Los jóvenes,
uno en brazos del otro; los pájaros
-esas generaciones moribundas-,
en su canto; los mares
repletos de caballa, las cascadas
de salmón,
pez, carne o ave alaban, a lo largo
del verano,
lo que es engendrado,
nace y muere. Desdeñan, atrapados
en esa música sensual,
los monumentos del intelecto inmortal.
II
Un hombre viejo es una cosa vil,
un traje andrajoso en un palo, salvo que
bata palmas y cante, cante alto,
por cada andrajo de su vestidura mortal.
Pero allá no hay escuelas de canto, hay que estudiar
sus monumentos de magnificencia;
y por eso he cruzado los mares y he llegado
a la santa ciudad de Bizancio.
William Butler Yeats
Pedazo o fragmento, traducido por Hugo Padeletti
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