Sucedió una vez que en el estado de Kashmir, un horrible dragón terrestre vivía en una
cueva cercana a un monasterio de quinientos arhats theravadinos. Este dragón
aterrorizaba a la región y hacía miserable la vida de mucha gente. Todos los días los
arhats se reunían, y juntos intentaban utilizar el poder de su meditación colectiva
para ahuyentar al dragón. Pero siempre fracasaban. El dragón simplemente no se
marchaba.
Entonces, un día sucedió que un monje Chan mahayano se detuvo en el monasterio.
Los arhats le informaron al monje sobre el terrible dragón y le pidieron que se uniera a
la meditación, para añadir el poder de su meditación a la de ellos. "¡Debemos forzar a
esta bestia para que se vaya!" se quejaron. El monje Chan simplemente les sonrió y
fue directamente a la cueva del horrible dragón.
Quedándose en la entrada de la cueva, el monje llamó al dragón, "Sabio y virtuoso
señor, ¿sería tan amable de abandonar su guarida y buscar refugio en un lugar más
lejano?"
"Bueno – dijo el dragón – ya que me lo ha pedido tan cortésmente, accederé a su
petición y me marcharé en el acto." El dragón, como pueden ver, tenía un fino sentido
de la etiqueta. ¡Y de este modo se fue!
Las Enseñanzas del Maestro Hsu Yun: Nube Vacía
martes, enero 29, 2008
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Etiquetas: Chan
viernes, enero 18, 2008
miércoles, enero 16, 2008
anatema
"Aun así, estoy en completo desacuerdo con los expertos en estas cuestiones - los eruditos, los biógrafos y sobre todo la aristocracia intelectual ahora vigente, educada en una u otra de las grandes escuelas psicoanalíticas - y les reprocho con la mayor acrimonia lo siguiente: ellos no escuchan como es debido los gritos de dolor. No pueden, claro. Son una casta de orejas de lata. Con tan defectuoso equipo, con esas orejas, ¿cómo es posible rastrear el dolor, por el sonido y la calidad tan sólo, hasta su fuente? Con tan lamentable equipo para escuchar lo que se puede escuchar y quizás verificar son unos pocos armónicos aislados y débiles - ni siquiera contrapunto - que salen de una infancia perturbada o de una libido desordenada. Pero ¿de dónde procede en general el grueso, toda la carga del dolor? ¿De dónde debe proceder? ¿ No es en realidad el único vidente que tenemos sobre la tierra?"
J D Sallinger, en Seymour: una introducción
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