jueves, julio 14, 2011

emily

Después de un gran dolor, uno se hace formal
Los Nervios se apoltronan, como Tumbas -
El Corazón ya tieso se pregunta
Si fue Él quien lo pudo soportar,
Si fue Ayer o hace Siglos.

Los Pies, igual a autómatas, recorren -
En el Suelo, en el Aire, en el Vacío -
Un sendero de Bosque
Que ha nacido al descuido,
Resignación de Cuarzo, como piedra -

Es la Hora del Plomo
-Si se la sobrevive, es recordada
Como quien soportó Nieves glaciales
-Frío -al principio- luego Aturdimiento
-Después dejarse ir -


Emily Dickinson

viernes, junio 17, 2011

los que se van

Entendí qué pasa con los que se mueren y con los que se van; vuelven en sueños y dicen: "Estoy, pero no estoy; estoy, pero me voy" y yo les digo: "Quedate otro ratito" y no dan ninguna explicación. Si se quedan lo hacen como ajenos, en otra cosa, y me miran como visitas lejanas. En esa región del olvido adonde han ido tienen otras profesiones y han adquirido otro modo de ser y todo lo que hemos peleado, hablado, comido y reído, pasa al olvido y no quiero yo conocer personas nuevas ni ver a mis amigos; en cuanto empiezo a hablar con alguien, ya lo mando yo misma a la región del olvido, antes de que le llegue el turno de irse o de morirse.


Hebe Uhart en Guiando la hiedra.

domingo, mayo 08, 2011

Poema del inocente

Bien voluntarioso es el sol
en los arenales de Chicama.
Anuda, pues, las cuatro puntas del pañuelo sobre tu cabeza
y anda tras la lagartija inútil
entre esos árboles ya muertos por la sollama.
De delicadezas, la del sol la más cruel
que consume árboles y lagartijas respetando su cáscara.
Fija en tu memoria esa enseñanza del paisaje,
y esta otra:
de cuando acercaste al árbol reseco un fosforito trivial
y ardió demasiado súbito y desmedido
como si fuera de pólvora.
No te culpes, quién iba a calcular tamaño estropicio!
Y acepta: el fuego ya estaba allí,
tenso y contenido bajo la corteza,
esperando tu gesto trivial, tu mataperrada.
Recuerda, pues, ese repentino estrago (su intraducible belleza)
sin arrepentimientos
porque fuiste tú, pero tampoco.
Así
en todo.

José Watanabe



miércoles, abril 06, 2011

1
otra vez me tildo pensando en nieve
mientras el ventilador que tumba el calor
hace lo suyo
cuelgo pensando en el polo norte

relajo pensando en una zona alejada de la ciudad
cubierta por nieve y la vegetación del caso: pinos y algo de verde
para que mastiquen los animales

y por ahí voy con las all star rojas
las mismas con las que estuve dando vueltas todo el día
voy, no en linea recta, tampoco explorando
más bien me guardo el tiempo
mientras doy pasos en la nieve mullida
con las suelas número 42, de goma

me adentro más y más en el paisaje
para estar más lejos
de la fuerza constructiva y destructiva de la civilización.
esto es puro, hermano, este lugar es puro

en un claro encuentro un grupo de alces
sin otra forma posible de comunicación levanto la mano
pero existe una diferencia entre la voluntad de ser parte de la fauna local
y la vinculación real con la fauna local

los alces no registran el hecho de que me siento uno con la naturaleza
y está bien que así sea, que exista esta separación
de uno que mira y los animales que hacen

los alces pastan
hunden el hocico en la nieve para buscar raíces masticables
sin reparar en el hecho de que los miro
es que antes
otros ya tuvieron la fantasía de recorrer
los territorios nevados


Jonás Gómez, El dios de los esquimales. Ediciones Diatriba (Santo Tomé)

jueves, marzo 10, 2011



Cuando era pequeña, mi madre me llevaba de paseo por el parque Humboldt, junto a la orilla del río Prairie. Tengo recuerdos borrosos, semejantes a huellas dactilares en platos de cristal, de un cobertizo para barcos, una glorieta circular, un puente de piedra con arcos. El río desembocaba en una vasta laguna y en su superficie presencié un milagro singular. Un largo cuello curvo se alzó de un vestido de plumas blancas.

“Cisne”, dijo mi madre, percibiendo mi emoción. El ave golpeteó el agua resplandesciente con sus grandes alas y alzó el vuelo.

La palabra en sí apenas dio fe de su grandeza ni transmitió la emoción que me produjo. Su imagen me generó un deseo para el que no tenía palabras, un deseo de hablar del cisne, de decir algo acerca de su blancura, la naturaleza explosiva de su movimiento y la lentitud con la que había batido las alas.

El cisne se fundió con el cielo. Me esforcé por hallar palabras que expresaran mi noción de él. “Cisne”, repetí, no enteramente satisfecha, y sentí un cosquilleo, un anhelo curioso, imperceptible para los transeúntes, mi madre, los árboles o las nubes”.


Patti Smith en Éramos unos niños (2010).

viernes, febrero 25, 2011

taller