lunes, marzo 05, 2007

La tempestad

Les princes n’ont point d’yeux pour voir ces grand’s
merveilles,
Leurs mains ne servent plus qu’à nous persécuter…
(Agrippa D’Aubigné, A Dieu)


La tempestad que chorrea en las hojas
duras de la magnolia los largos truenos
de marzo y el granizo,

(Los sones cristalinos en tu nido
nocturno te sorprenden; del oro
que se ha apagado en las caobas, en los cantos
de encuadernados libros, arde aún
una grana de azúcar en el caparazón
de tus párpados)

el rayo que cristaliza
muros y árboles y los sorprende en esa
eternidad el instante –mármol, maná
Y destrucción- que en tu interior tallada
llevas como condena y que te une
más que el amor a mí, extraña hermana;
y aun el rudo estruendo, los sistros, el bramar
de panderetas sobre la fosa oscura,
el taconeo del fandango, y encima
un ademán a tientas…

Como cuando
te diste vuelta y con la mano, libre
la frente de la nube del cabello,

me saludaste –para entrar en la sombra.



Eugenio Montale, versión de Horacio Armani.

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