lunes, agosto 18, 2008

revisitando un clásico

En la cocina

la llama de la hornalla

oscila detrás del Guasuncho, que

se cree el héroe del Barrio Pepsi

pero que nunca salió de estas cuadras

a no ser para cobrar una renta.

Guasuncho, de visita en la cocina

él, que hace unos años fundó

una pseudo célula clandestina y después se puso

a vender biblias para el Ministerio de Ondas de Amor y Paz.

Ahora rehabilitado, con restos de chicle en el labio inferior

de su sonrisita parapolicíaca dice

hesitante

loco

loco, yo era amigo de Luca.

Guasuncho cuenta de una minita

que, siguiendo los pasos de su hermana mayor,

usa una remera donde un águila sostiene

el bate de beisbol en una garra y laureles en la otra.

En dos semanas cambió menos que en la media hora donde

hablamos del futuro en tiempo pasado.

El parlante roto, dice Guasuncho

hacía que la canción,

Blondie, se escuchara de a ráfagas, arrastrada

hasta la pieza desde otro lugar

menos pensado; después de la escena

de celos en el comedor coreano algo

quebró la sucesión de los hechos

y entonces, todo indicaba que era él,

no era yo, dice Guasuncho, con un envase

en la mano, ni ella, una mujer

sacando un jean del bolso

los personajes que a la otra mañana se movían detrás

de la vidriera mal enjabonada

en el San Cristobal Laverap.

Nadie comenta salvo Confuncio

que comparando de reojo al Guasuncho

con una diapositiva de cuando tenía 17

le dice, nunca debiste confiar tanto

en alguien que le pone Heráclito a su gato.




Martín Gambarotta, PUNCTUM

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