miércoles, mayo 30, 2007
lunes, mayo 28, 2007
Lima de carey
abro y cierro el cierre de mi bolsito manicure
y vuelve a llamar ella
reclamándome la lima de mango de carey.
jamás se la voy a dar
no por la lima
sino por la historia sentimental
por tantas lágrimas que hicieron
barro con el polvillo de mis uñas
apretando el carey, para evitar otra lágrima
y mirar fijamente la uña limada, para
no demostrarle que estoy llorando.
ella sabe.
por eso llama
y la reclama.
ella quiere esa lima
ella quiere mi lima.
ella quiere que yo deje de mirar su mango
de carey
ella quiere que la mire a ella
pero no la voy a mirar.
esa lima de mierda, me dice ella
esa lima de mierda no vale nada.
yo sé.
yo sé. no le voy a dar esa lima de mierda
a esa que era mi amiga
y que ahora me llama
reclamándome
esa lima de mierda
de mango de carey
que no vale ni tres pesos
y que es mía
porque ella me la regaló
porque ella la compró para mí.
para mi cumpleaños
ella no tiene idea de lo que es cumplir 23!
Ahora me voy corriendo
a publicar este poema
en la revista de moda
para que todas mis amigas sepan
que ella me recama la lima de carey.
María Medrano.
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domingo, mayo 20, 2007
lunes, mayo 14, 2007
desde lejos
- ¿Pero nunca te divertiste ni aprendiste nada útil, Tatie? – preguntó mi mujer.
- Pude aprender mucho sobre Michael Arlen, si hubiera escuchado, y he aprendido cosas que todavía no tengo puestas en perspectiva.
- ¿Es Scott feliz alguna vez?
- Acaso.
- Pobre hombre.
- Aprendí una cosa.
- ¿Cuál?
- Nunca salgas de viaje con una persona que no amas.
- Estupendo.
- Sí. Y nos marchamos a España.
- Sí. Y faltan menos de seis semanas. Y este año no permitiremos que nadie nos estropee el viaje, ¿verdad?
- No. Y después de Pamplona nos iremos a Madrid y a Valencia.
Ella runruneó como un gato.
- Pobre Scott – dije.
- Pobre todo el mundo – dijo Hadley –. Ricos los gatos que no tienen dinero.
- Tenemos mucha suerte.
- Hay que ser bueno y conservarla.
Para tocar madera golpeamos los dos en la mesa, y el camarero vino a preguntar qué queríamos. Pero lo que queríamos no podía dárnoslo ni él ni nadie, ni aparecía golpeando en mesas de madera ni en veladores de mármol, que es lo que aquello era en realidad. Pero no lo sabíamos entonces, y nos sentíamos muy felices.
Ernest Hemingway en París era una fiesta, traducción de Gabriel Ferrater.
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viernes, mayo 04, 2007
en el mudo corazón del bosque
Yo no estoy soñando, lo recuerdo, olvidé como se
soñaba;
quizás esto sea un mar, bien puede ser la tierra,
encima el cielo deshaciendo su cabellera.
Esto no es un mar sin olas, es una lámina descolorida,
un día muerto por dagas invernales, un día fusilado
por lluvias.
De pronto lo rompen manotazos de campanas,
tictaqueos de sombras,
y se cierra como una cuchillada de trenes oxidados
devorando las cerezas maduras del sol.
Propicio tiempo para levantar cruces de barro
en el pecho de mapuches asesinados, para los
caballos crepusculares
que se extravían en las acequias.
Ya lo sé, debo escaparme de los ahogados que
flotan en los pozos,
voy a beber grandes tragos de poemas silvestres
veo desde el umbral al atardecer mordiendo plazas,
aferrándose gelatinosamente a los tejados rotos,
hasta caer junto a muchachas desfloradas en
graneros solitarios
a las antiguas bodegas de la noche.
Pálidamente las horas se reúnen a jugar a las cartas
en torno a la mesa de los días,
desconozco el tren que me dejó entre ellas,
viéndolas alimentarse de cantos estrangulados,
persiguiendo a mis amigos, arrastrándolos en el río
del tedio.
Yo no sueño, todo cuanto veo es cierto, ellos pasan
del brazo de mujeres desdentadas, riendo largamente.
Una ola invade mi habitación, recuerdo a mi vecina
cantando hasta que el cielo le llenaba las manos de
azul,
yo no besé esas manos, yo tenía al viento cordillerano
arañándome, y la muerte oculta tras viejas y
profundas fotografías.
Aferrado a un puente de madera,
inclinado sobre las venas turbias de la noche
pasan botellas vacías, libros oxidados de relecturas,
el barrio de las prostitutas pobres
donde cierro los labios por no decir mi nombre.
No es nada esto, sólo que a veces siento temor de
saber quién soy verdaderamente.
Me gustaría despertar con los labios húmedos
como después de los largos besos de las sabias primas,
como si estuviese tomando café servido por mis
hermanas.
Pero si abro los ojos también estaré sumergido,
pues la lluvia hace girar su pausado gramófono,
mientras hay un nevar de alas deshechas por los días,
velorios humedecidos de vino, y esta mano helada
en mi garganta,
helada como parroquias y confesionarios que no se
desprende,
si la pudiese deshacer un billar de días felices.
Ahora lo sé, he estado siempre despierto,
mirando silenciosamente la estación sumergida
donde los huesos de las nubes hilachean los árboles.
Alguien me debe esperar –quizás algunos muertos-
pues voy hacia chimeneas rústicas, los
aserraderos vacíos,
las grandes, prestigiosas casas de madera sureña
venidas abajo
como flores destrozadas por los duros dientes del
olvido,
y busco el sol en los huertos cuyos párpados lo
esconden.
Todo me espera en la estación sumergida, nuevamente,
en la empapada de malezas, la crecida de sueños
angustiados y torvos,
mientras el tiempo detenido cierra sus pesados
portones
y confusamente respira en el mar del invierno.
Jorge Teillier
(este poema lo sacamos de la revista Música rara, nro 5)
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martes, mayo 01, 2007
Antes y ahora
En juveniles días a la mañana sentía regocijo,
por la tarde lloraba, y ahora, cuando más viejo soy,
dudando empiezo el día, aunque no obstante
apacible y sagrado espara mí su fin.
F. Holderlin, versiónd e Luis Cernuda.
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